¡Quito en orfandad!
OPINIÓN | Por: Óscar Terán Terán.
Esta fecha me resulta muy significativa. Es el día que mi Papá hubiera cumplido años. Cuando murió, yo había cumplido los 40, casado y con hijas adolescentes. Su muerte me dejó huérfano, sentí la orfandad, esa angustia vital del que se sabe abandonado y sin esperanza. Entendí que la orfandad no tiene edad.
Quito está en orfandad cívica. Sus élites, clases dirigentes, partidos políticos dejaron de existir; si es que aún existen, no están cumpliendo su deber. Una sociedad, entre el sector público y el sector privado, necesita un tercer sector, son las organizaciones sin ánimo de lucro que se ocupan de cubrir vacíos que dejan los otros sectores. Su tarea, no es subsidiaria, es primordial, porque se ocupa de lo importante, más allá de la economía o la política.
En época de crisis, como la que sufre el Ecuador, ese tercer sector se hace invisible, porque no se deja ver, no actúa. No cumple su tarea, que es la de orientar, alumbrar en la oscuridad, señalar senderos. La crisis es eso: el abandono del tercer sector. Y cuando eso ocurre la sociedad pasa de un estado de Emergencia a un estado de Cuidados Intensivos.
Para esos cuidados intensivos hay encargados, que son el último recurso, la última esperanza: sus viejos. Si han tenido excelentes hojas de vida, conducta intachable, y les queda voz, pueden dar consejo, en lo que son insustituibles porque a su conocimiento añaden legitimidad y desinterés. Son, en definitiva, la reserva moral que le queda a una sociedad.
En los últimos días se han escuchado voces ilustres que convocan a la Unidad ante la elección de Alcalde de Quito. No debe quedar en llamado debe pasarse a la acción. Juntar a los candidatos, distintos a las glosas y grilletes, para que hagan un renunciamiento a un legítimo interés en favor de una causa emergente. Si eso sucede, quedará expreso su patriotismo, su amor por la Ciudad, su generosidad cívica.
¡Ni Grilletes Ni Glosas!
Esta fecha me resulta muy significativa. Es el día que mi Papá hubiera cumplido años. Cuando murió, yo había cumplido los 40, casado y con hijas adolescentes. Su muerte me dejó huérfano, sentí la orfandad, esa angustia vital del que se sabe abandonado y sin esperanza. Entendí que la orfandad no tiene edad.
Quito está en orfandad cívica. Sus élites, clases dirigentes, partidos políticos dejaron de existir; si es que aún existen, no están cumpliendo su deber. Una sociedad, entre el sector público y el sector privado, necesita un tercer sector, son las organizaciones sin ánimo de lucro que se ocupan de cubrir vacíos que dejan los otros sectores. Su tarea, no es subsidiaria, es primordial, porque se ocupa de lo importante, más allá de la economía o la política.
En época de crisis, como la que sufre el Ecuador, ese tercer sector se hace invisible, porque no se deja ver, no actúa. No cumple su tarea, que es la de orientar, alumbrar en la oscuridad, señalar senderos. La crisis es eso: el abandono del tercer sector. Y cuando eso ocurre la sociedad pasa de un estado de Emergencia a un estado de Cuidados Intensivos.
Para esos cuidados intensivos hay encargados, que son el último recurso, la última esperanza: sus viejos. Si han tenido excelentes hojas de vida, conducta intachable, y les queda voz, pueden dar consejo, en lo que son insustituibles porque a su conocimiento añaden legitimidad y desinterés. Son, en definitiva, la reserva moral que le queda a una sociedad.
En los últimos días se han escuchado voces ilustres que convocan a la Unidad ante la elección de Alcalde de Quito. No debe quedar en llamado debe pasarse a la acción. Juntar a los candidatos, distintos a las glosas y grilletes, para que hagan un renunciamiento a un legítimo interés en favor de una causa emergente. Si eso sucede, quedará expreso su patriotismo, su amor por la Ciudad, su generosidad cívica.
¡Ni Grilletes Ni Glosas!
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